TEMA 8.- LA RESURRECCIÓN
DE JESÚS.
Introducción.
La resurrección de Jesús es la piedra angular de la fe cristiana. Si
Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe (1Cor 15,17). Este acontecimiento
experimentado por los apóstoles, transforma radicalmente su vida. Por eso, como
ya vimos, todos los escritos del Nuevo Testamento están hechos a la luz de la
fe que nace de la Pascua. ¡Jesús sigue vivo! Dios lo ha resucitado y lo ha
constituido Señor. Jesús es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, nuestro
Salvador.
Con la luz de la fe en el Resucitado se relee toda la vida de Jesús,
sus palabras y sus hechos, para ser anunciados como la Buena Noticia de la
Salvación, que es llamada a la conversión y a la adhesión personal a Jesús (la
fe), para vivir en su seguimiento.
Por eso también nosotros empezamos por la resurrección de Jesús, antes
de ver su vida y mensaje en la Palabra de Dios.
Los
acontecimientos.
Después del tremendo y doloroso acontecimiento de la muerte de Jesús
en la cruz, los apóstoles viven la asombrosa experiencia del encuentro con
Jesús ¡que vive! ¡Cristo ha resucitado! Pero su resurrección no es la
reanimación de un cadáver; Jesús vive una existencia nueva junto a Dios.
La resurrección de Jesús fue un acontecimiento real, pero no fue un
acontecimiento puramente histórico, sino "meta-histórico" porque
supera y transciende las leyes comunes de lo histórico. Los evangelistas nos
presentan este acontecimiento a través de dos realidades o signos que se
complementan mutuamente.
En primer lugar nos hablan del sepulcro vacío, como un signo
"negativo": Jesús no está en el sepulcro (Mt 28,1-8.11-15; Mc 16,1-8;
Lc 24,1-12; Jn 20,1-10). Y en segundo lugar, la experiencia
"positiva" de las apariciones de Jesús a distintas personas: a María
Magdalena (Jn 20,11-18); a las mujeres (Mt 28,9-10); a los dos caminantes de
Emaús (Lc 24,13-35); a los "once" (Lc 24,36-43; Jn 20,19-20.24-29).
Nosotros podríamos añadir, además, la transformación que se produce en la vida
de estas personas cuando son invadidos por la fuerza del Resucitado, como otro
signo positivo de la resurrección de Jesús.
Los relatos de las apariciones son la forma como los primeros testigos
de la resurrección nos cuentan su experiencia del encuentro con el Señor
resucitado; y se trata de una experiencia inefable, mística, pues es un
encuentro directo con Dios. Así pues, tratan de transmitirnos algo de esta
experiencia «inexpresable» a través de las categorías que tienen a su alcance.
Hay cinco elementos presentes en todos los relatos: a) Una situación concreta:
están los apóstoles o las mujeres; b) Jesús les sale al encuentro
inesperadamente; c) Jesús les saluda; d) hay un reconocimiento, a veces
costoso; e) el Resucitado les da una misión (cf. Mt 28,8-10).
Los relatos nos van mostrando, también, dónde nos podemos encontrar
con el Señor resucitado: en el partir el pan, en la Palabra, en el camino de la
vida, en la comunidad - iglesia (cf. los discípulos de Emaús y el encuentro con
María Magdalena).
Después los evangelistas nos muestran, de diversas formas, la
ascensión de Jesús y la donación del Espíritu Santo (Mc 16,119-20; Lc 24,50-53;
Hch 1,4-12; 2,1-13; Jn 20,21-23), para anunciarnos la plena glorificación de
Cristo, su no presencia visible entre nosotros y la nueva presencia en el
Espíritu.
El significado
de estos acontecimientos.
Estos acontecimientos nos hacen ver que la muerte de Jesús no ha sido
un fracaso, sino un paso a la VIDA. La Nueva y Verdadera Pascua: el paso de la
muerte a la Vida (Lc 24,18-27). Son la glorificación plena que el Padre da a su
Hijo (Jn 17,5.24; Flp 2,6-11). Son el SI de Dios al estilo de vida de Jesús, a
su opción fundamental.
Jesús ha sido fiel a Dios y Dios ha sido fiel a Jesús. Dios no ha
abandonado a Jesús y lo ha resucitado de entre los muertos. ¡Jesús vive!, no ha
acabado, no está muerto. Y vive en todo lo que es y en lo que fue. No sólo en
el sentido que pervive un líder en sus ideas y en sus seguidores. Jesús está
vivo para nunca más morir; está vivo en el ser de Dios.
“Decir que Jesús ha resucitado significa que Jesús tenía razón. Es
decir, Dios es como Jesús dijo que era, como Jesús lo reveló. Y los hombres nos
hemos de relacionar con Dios como Jesús dijo, y nos debemos relacionar entre
nosotros como Jesús se relacionó con nosotros, entregando su vida por los que
amaba... El sentido de la historia de la
humanidad y de la vida está en ser como Jesús... Jesús es el hombre como
Dios quiere que sea el hombre. Ser hombre es ser como Jesús.”[1] El sentido de la vida es ser y vivir como Jesús.
Estos acontecimientos son la señal de que Jesús está vivo, pero ya no
es visible en el mundo. Se ha ido a la derecha del Padre y desde allí nos ha
enviado al Espíritu para que empiece el tiempo de la Iglesia, el tiempo del
testimonio hasta que El vuelva de nuevo al final de los tiempos (Ap 22,20; 1Cor
16,22).
Este acontecimiento transforma la vida de los discípulos, e invadidos
por la presencia y acción del Espíritu se convierten en hombres nuevos: en su
manera de ser y de pensar, en sus actitudes, en sus valores y horizontes. Se
sienten perdonados y convertidos y aceptan los valores del Reino predicado por
Jesús, comprometiéndose a quitar de su existencia todo lo que sonara a muerte
(egoísmo, envidia, celos, avaricia, violencia...) y a desarrollar sólo los
valores que fluyen de la vida y que engendran vida (entrega, generosidad,
servicio, ayuda, amor...).
En la resurrección de Jesús tenemos ante nuestros ojos, hecho
realidad, el acontecimiento del fin. En
el Resucitado contemplamos el término hacia el que caminamos, todo el sentido
de nuestra existencia. Por su resurrección Jesús es constituido Señor sobre
el mundo entero. Mediante su Espíritu, el Señor prolonga en el presente de la
Iglesia el hecho histórico del pasado, su muerte-resurrección, reviviendo
constantemente su eficacia salvadora.
Textos para la reflexión.
·
Glorificación
de Cristo: Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20-21; Hch 1,6-14; 2,1-13;
1Cor 15.
·
El
Misterio Pascual en nosotros: Rom 6,1-11; Col 1,24-29;
3,1-4; Ap
·
Creer
en el Resucitado (J.A. Pagola)
Vivir la
experiencia pascual ha de ser para nosotros acoger el Espíritu vivificador del
Resucitado, escuchar sus palabras, que son "espíritu y vida" (Jn
6,63), y experimentar en nosotros la fuerza que Cristo posee de "resucitar
lo muerto".
Entramos en
la dinámica de la resurrección cuando, enraizados en Cristo, vamos liberando en
nosotros las fuerzas de la vida, luchando contra todo lo que nos deshumaniza,
nos bloquea y nos mata como hombres y como creyentes.
Vivir la
dinámica de la resurrección es vivir creciendo. Acrecentando nuestra capacidad
creativa, intensificando nuestro amor, generando vida, estimulando todas
nuestras posibilidades, abriéndonos con confianza al futuro, orientando nuestra
existencia por los caminos de la entrega generosa, el amor fecundo, la solidaridad
generadora de justicia.
Se trata de
entender y vivir la existencia cristiana como un "proceso de
resurrección", superando cobardías, perezas, desgastes y cansancios que
nos podrían encerrar en la muerte, instalándonos en un egoísmo
estéril y decadente, una utilización parasitaria de los otros o una
indiferencia y apatía total ante la vida.
Ejercicio para la vida personal. (Material
a trabajar y REENVIAR).
1. ¿Cómo
nos es transmitido el acontecimiento de la resurrección?
2. ¿Cuál
es su significado?
3. ¿Qué
significó para los apóstoles?
4. ¿Qué
significa para nosotros la resurrección de Jesús?
A manera de evaluación global de todo el curso:
Principales aprendizajes:
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Principales experiencias para la vida:
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Valoración global:
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