miércoles, 18 de febrero de 2015

martes, 17 de febrero de 2015

ASPECTOS FUNDAMENTALES DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA

ASPECTOS FUNDAMENTALES DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA

INTRODUCCIÓN

Dentro de la pluralidad de formas y estilos comunitarios que enriquecen a la Iglesia, creemos que es posible delimitar los aspectos fundamentales que han de constituir la comunidad estable y adulta, fiel al Evangelio y capaz de convertirse no en una experiencia puntual (o temporal) sino en un estilo de vida basado en el compartir la fe, la vida y el compromiso.
Estos aspectos fundamentales no se logran vivir de manera espontánea ni pueden darse de un día para otro, pero no es bueno presuponerlos pues nos podemos llevar la sorpresa, aún teniendo muchas cosas en común y queriéndonos mucho, de que queremos vivir cosas distintas y de manera diversa. Por eso es importante tenerlos, conocerlos, entenderlos, asumirlos y compartirlos.

1. COMUNIDAD congregada por el seguimiento a Jesús:

Vivir en comunidad implica una clara conciencia de vinculación personal con Jesús, de haber sido convocados a su seguimiento.
La comunidad no debe diluirse en un conjunto de relaciones humanas, más o menos profundas, y de valores personales, aunque ciertamente ofrezca la posibilidad de vivir un nuevo proyecto de vida, incluso a la luz del Evangelio. Lo que nos ha de mover explícitamente es crear la "comunidad de los que creen en Jesús", para hacer presente ya, aunque sea de forma parcial e imperfecta, el Reino de Dios.
Por ello, en la medida en que vivamos a Jesús como auténtico Señor de nuestra vida, nos sentiremos llamados a compartir con nuestros hermanos y a vivir en comunidad.
La lejanía con Jesús, por el contrario, nos lleva a perder el verdadero sentido de lo comunitario y fácilmente empezamos a vivir los compromisos y exigencias comunitarias como una carga o imposición. Sin la centralidad del Señor Jesús quedan abiertas las puertas para dinámicas anti-comunitarias como: la búsqueda de intereses personales, la imposición de las propias ideas, las luchas de poder, la evasión, las reservas y susceptibilidades, las rivalidades y etiquetajes, etc.

2. COMUNIDAD nacida del Evangelio:

Para conocer las actitudes de Jesús, tenemos que recurrir necesariamente a la Palabra de Dios escrita, al Evangelio, donde reconocemos claramente la manifestación del plan salvador de Dios en Jesucristo.

Una comunidad cristiana se caracteriza por estar en actitud constante de escucha de la Palabra de Dios, antes y por encima de cualquier otra palabra. Esto es, dispuesta a contrastar constantemente la vida con la Palabra de Dios y a tomar desde ahí todas las decisiones; dispuesta al cambio, a la aceptación, a buscar siempre y en todo momento la respuesta más fiel a la voluntad de Dios que se manifiesta de forma eminente en su Palabra.
Necesitamos escuchar el Evangelio en la comunidad con sinceridad y autenticidad, con seriedad y compromiso, sin abaratar su radicalidad ni manipular sus exigencias.

3. COMUNIDAD orante y celebrativa:

La iluminación de la Palabra de Dios suscita en la comunidad la oración personal y comunitaria. Sin oración no hay vida cristiana ni puede haber vida comunitaria. La oración compartida es un intento siempre renovado de orar juntos -con una sola voz y un solo corazón- al Señor común, que está presente en la comunidad que se reúne en su nombre. La oración como alimento y vínculo, como tarea y compromiso, como aprendizaje permanente.
No se trata de “hacer oraciones”, sino de llevar la vida, así como es, a la oración para ponerla en manos de Dios y de los hermanos. De esta manera nos abrimos a la iluminación, la confirmación y la confrontación de Dios y de los hermanos. Una oración desencarnada, que no tenga que ver con nuestras vidas concretas, no es sino alienación, huida y espiritualismo.
Así, la meta a alcanzar es la integración FE-VIDA, desde un doble movimiento: llevar la vida a la oración y llevar la oración a la vida, como lo hacía Jesús.
La comunidad que ora necesita celebrar festivamente su fe en Jesucristo (aquel que da sentido a nuestras vidas) y celebrar los acontecimientos importantes de la vida, para referirlos siempre al Señor Jesús. Celebrar la vida, los tiempos litúrgicos y los sacramentos en comunidad. En este sentido, la celebración juntos de la Eucaristía ha sido y es, en la historia de la Iglesia, fuente y culmen de la vida de las comunidades cristianas.

4. COMUNIDAD fraterna:

La fraternidad es el distintivo de la comunión entre los seguidores de Jesús. Toda comunidad ha de ser forzosamente una comunidad de caridad y de amor fraterno para significar y realizar el rasgo característico que el mismo Jesús no dio: el amor mutuo.
Si compartimos nuestra fe en Él, si compartimos su Presencia entre nosotros, ¿cómo no compartir lo que hacemos y tenemos, lo que vivimos, sentimos, nos planteamos y decidimos? Esta fraternidad la vivimos creando un nuevo estilo de convivencia y de relaciones, un lugar de reconciliación constante y eficaz entre todos los que nos llamamos "hermanos". No puede hablarse de comunidad cristiana si no se da en la base un grupo “de talla humana”: En medio de una sociedad dividida, alienante, individualista e injusta, vivir en fraternidad significa esforzarnos por crecer en diálogo y madurez, en solidaridad, en escucha mutua y respeto, en ayuda, en acogida, en perdón, en corrección fraterna.
Frente a los criterios predominantes a nuestro alrededor regidos por el dinero, el interés personal, el placer, el “me apetece”, el consumo... la comunidad se basa en unas relaciones profundas cuyo criterio esencial es conjugar el verbo COMPARTIR: las alegrías y las penas, las búsquedas y las necesidades, la fidelidad y el pecado, los éxitos y los fracasos, el ocio y el trabajo, el descanso y el compromiso, etc. Es decir, todas las realidades que van conformando nuestra vida en la tarea diaria de seguir a Jesús.
Esta fraternidad es el mejor signo de la presencia de Jesús en la comunidad que nos podemos ofrecer unos a otros y que podemos ofrecer a los demás.

5. COMUNIDAD comprometida y solidaria:

La comunión no puede quedar reducida al interno de la comunidad: hemos sido llamados a hacer posible la comunión entre todos los hombres. Una comunidad fiel al Evangelio no puede permanecer replegada en sí misma, sorda a las exigencias e implicaciones que el proyecto del Reino de Dios tiene en nuestros días.
En una sociedad llena de injusticia y desigualdad, de explotación del hombre por el hombre, tenemos que denunciar desde el Evangelio de Jesús todas las injusticias y pecados que esta estructura social lleva consigo. Tenemos que ser luz y sal del mundo. Y si la sal se vuelve sosa…
Por eso, la fe que vivimos en comunidad no puede ser sólo un sentimiento religioso, sino el núcleo desde el cual asumimos las opciones más vitales (la profesión, el estado de vida, el uso de los bienes, el compromiso social...) como instrumentos de liberación, como nuestra forma concreta de amar y servir a los hombres. Y es que una comunidad que no sirve… no sirve para nada.
El signo más visible de este compromiso con el mundo es el servicio y la solidaridad, que no es ya un mero valor humano (con ser éste muy importante), sino que es para nosotros la apertura de la comunidad hacia todos los hombres, hermanos nuestros llamados a vivir en la unidad que Dios nos propone. Se trata, en definitiva, de vivir al estilo de Jesús sacerdote.
La solidaridad con todos, pero especialmente con los más pobres: participar de su vida, de sus problemas, de sus situaciones, de su fracaso y de su esperanza. Esto no sólo es un auténtico signo profético del Reino sino una exigencia ineludible de nuestra fe. La comunidad también encuentra su vida al perderla por los pobres y los marginados. Si la guarda por miedo, entonces lo que pierde es su identidad cristiana.

6. COMUNIDAD evangelizadora y misionera:

La vida de la comunidad tiene un criterio último e ineludible de actuación: “conforme al Evangelio”; presentar y proponer el Evangelio de Jesús como Buena Nueva para el hombre.
La comunidad y desde ella todos sus integrantes se sienten evangelizadores y enviados a evangelizar: “Vayan y evangelicen...”. Estas palabras son un imperativo y una necesidad en la conciencia de la comunidad cristiana.
Así, la profesión, la inserción en los diversos ambientes y estructuras, la militancia social, la familia y la educación de los hijos, las tareas al interno de la comunidad, los servicios eclesiales... además de su finalidad propia y autónoma, son situaciones en las que intentamos hacer posible el testimonio y el anuncio del Evangelio.
Por su contenido, hay actividades que son estrictamente evangelizadoras; otras no aparecen como tales; pero la intencionalidad y la presencia significativamente cristiana de la comunidad hacen posible y real la propuesta del Reino a los hombres.
Toda la vida, vivida con radicalidad desde el Evangelio, ha de ser testimonio eficaz de la fe, interrogante siempre abierto para otros, anuncio y propuesta, hasta poder decir con humildad y libertad: “ven y lo verás”.

7. COMUNIDAD eclesial:

Ninguna comunidad se da la fe a sí misma; tampoco la eclesialidad. La fe nos ha llegado a través de la Iglesia donde sigue viva la experiencia y el testimonio de la comunidad apostólica. Nuestra fe es en Jesús resucitado anunciado por Pedro en la mañana de Pentecostés, atestiguada por los Doce, por la Iglesia apostólica, testigos cualificados para cada uno de nosotros.
Recibimos la fe de la tradición de la Iglesia y, a través de ella, mediación de Dios, captamos y vivimos la presencia viva de la Persona, la Palabra y el Acontecimiento de Jesús. Por eso no tiene sentido una comunidad aislada que pretenda vivir en plenitud el proyecto salvador de Cristo sin incorporarse al movimiento de la Iglesia, Pueblo sacerdotal, que camina a través de la historia. Esta unidad en la fe, se traduce, entre otras cosas:
 en una profunda, viva y responsable "conciencia de ser Iglesia"
 en una comunión concreta con el Papa, el Obispo, con las demás comunidades con las que nos vinculamos en Huexotitla y con los Misioneros del Espíritu Santo.
 en la participación corresponsable y creativa en los servicios pastorales en orden al mantenimiento y crecimiento de la comunidad eclesial.
 en una actitud crítica de denuncia, cuando sea necesario, comenzando por uno mismo y por la propia comunidad, hecha desde el amor y con el empeño de que la Iglesia, en sus distintas presencias, sea cada vez más fiel al Evangelio

8. COMUNIDAD plural:

Aunque partimos de una misma fe común, dentro de la comunidad se vive en pluralidad de formas y de carismas. Así, en una comunidad, la misma fe se vive en pluralidad de sexos, de estados de vida, de formas de ser, de personalidades, de profesiones, de edades, de compromisos, de formas de vida, de proyectos de acción... de manera que ninguna situación humana sea considerada como “condición” para nuestra pertenencia comunitaria. Sólo el seguimiento de Jesús.
La comunidad exige y necesita unidad, no uniformidad. Unidad que es expresión de la comunión y la fraternidad propias del Reino: “Padre, que todos sean uno como yo en Ti y Tu en mí; que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21-23).
Por otra parte, una comunidad vivida en pluralidad multiplica sus posibilidades de testimonio, de presencia y de encarnación en los diversos ambientes y situaciones que viven los hombres.

9. COMUNIDAD en continua conversión y renovación:

Sería un error confundir la comunidad cristiana con el Reino de Dios “ya logrado”. La comunidad sólo es sacramento y signo de la presencia salvadora de Dios, germen, iniciación del Reino para todos los llamados por Dios a ser salvados por Cristo.
Nos engañaríamos si ignoráramos que en nosotros y en todas las estructuras que realizamos sigue reinando el pecado. Posiblemente hemos criticado con fuerza los defectos y pecados de la Iglesia sin darnos cuenta que son nuestros mismos defectos y pecados. Por eso tenemos que vivir siempre la vida comunitaria en clave de conversión y renovación.
Queremos estar unidos y viviremos divisiones entre nosotros; queremos vivir la caridad y en ocasiones saldrán a la luz nuestros egoísmos; queremos hacer el bien y nos haremos daño alguna vez… No existe la comunidad perfecta y no estamos exentos de cometer errores y herirnos en el camino. Pretender que esto no se dé entre nosotros es sin duda ingenuo. En la comunidad compartimos nuestras virtudes y talentos, pero también nuestras carencias y miserias. Lo importante es que nos vivamos en aprendizaje, ayuda mutua, conversión y constante renovación.
Por eso la sinceridad, la libertad para decir las cosas, el amor a la verdad, el interés por el crecimiento del hermano, la exigencia y confrontación mutua (con la tensión y conflicto que a veces pueden conllevar) son elementos necesarios en el caminar de una comunidad cristiana. Sin ellos, difícilmente se logrará vivir en conversión y renovación.

10. COMUNIDAD estable:

La comunidad cristiana no puede ser compromiso de un día, interés por vivir una experiencia “a ver qué tal”. La pequeña comunidad cristiana tampoco puede ser considerada como una panacea que todo lo resuelve o el ungüento milagroso para todos los males.
Además, a la comunidad cada uno aporta también sus propias inmadureces e insuficiencias. Es más, podríamos decir que “la” comunidad no existe, sino que se “va haciendo” desde la madurez humana y creyente de quienes la integran: la comunidad necesita de la responsabilidad, convencimiento y opciones de cada uno. Y eso pide tiempo y esfuerzo. Si unos construyen comunidad y otros viven “montados en el carro” que tiran los primeros, los primeros se queman y los segundos fracasan.
Por eso, decimos como última nota fundamental de la comunidad que ha de ser no una “experiencia” para un tiempo, sino una opción progresiva y creciente de vida cristiana compartida con otros hermanos.
Para ello, es necesario que haya estabilidad y perseverancia: en la asistencia, en el compromiso, en las actitudes evangélicas, en las relaciones interpersonales, en la vida espiritual… Pocas cosas afectan tanto al caminar de una comunidad como la inestabilidad de sus miembros, de sus actitudes o de sus compromisos.

DINÁMICA PARA EL TRABAJO PERSONAL (que se compartirá en la asamblea)

a) Como su nombre indica, los 10 aspectos de la comunidad cristiana que hemos presentado son FUNDAMENTALES, y por ello mismo, imprescindibles. Si tuvieras que jerarquizarlos para reflejar cuáles, en lo personal, te parecen más importantes, cómo lo harías.
Numerarlos del 1 al 10 (1= el más importante, 10= el menos importante)
b) En el caminar de tu comunidad, ¿cuáles de estos aspectos fundamentales crees que ya están viviendo y en qué medida?
A cada aspecto, asignarle un número del 1 al 10 (1= el que más estamos viviendo ya, 10= el que menos). Se pueden repetir el mismo número varias veces.

ASPECTO FUNDAMENTAL Una comunidad… JERARQUIZACIÓN (asignar a cada uno un número del 1 al 10) LO QUE YA ESTAMOS VIVIENDO EN NUESTRA PC (numerar entre 1 y 10)

…Congregada por el seguimiento de Jesús
…Nacida del Evangelio
…Orante y celebrativa
…Fraterna
…Comprometida y solidaria
…Evangelizadora y misionera
…Eclesial
…Plural
…En continua renovación y conversión
…Estable


Padre Bene

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